Pensar el “Bien-estar” como parte de la vida ha sido un objetivo buscado, desde diferentes ámbitos, ya sea científicos, sociales, personales. Pero cómo hacerlo ha sido siempre el gran interrogante.
Las Neurociencias, desde una mirada integradora, parecen ser la respuesta a la búsqueda de satisfacción por parte del individuo inmerso en una sociedad muy cambiante y desafiante.
Centrémonos en el análisis de la “percepción” de ese individuo, al que la tormenta externa lo moviliza a una insatisfacción constante, sin aparentes respuestas: ¿Cómo ve al mundo que lo rodea? ¿Cómo se relaciona con los demás? ¿Cómo se siente externa e internamente?
Si bien la Psicología, la Filosofía y otras disciplinas lo han ayudado a encontrar orientación a sus interrogantes, es la “apreciación subjetiva” la que lo posiciona para apoyarse en el diario vivir y tomar sus decisiones cotidianas.
Hoy se habla de los 7 sentidos con que interpretamos el mundo, los 5 conocidos son Vista, Oído, Gusto, Olfato, Tacto. Pero a éstos sumamos dos sentidos más: la Interocepción (la imagen que tenemos de nosotros mismo en ese instante) y la Propiocepción (cómo no sentimos internamente en ese momento). Estos dos últimos están siendo estudiados actualmente dentro de las Neurociencias, porque nos posicionan frente a los estados de ánimo de que nos valemos para tomar las pequeñas decisiones, y sobre todo las grandes y trascendentes.
Entonces, podemos preguntarnos cuál es la relación entre nuestra percepción y lo que llamamos “realidad”.
Cuando profundizamos un poco nos damos cuenta de que la realidad no tiene mucho que ver con lo que vemos. La Mística Judía dice “que no vemos las cosas como son, sino como somos”. La realidad pasa por un lado y la realidad procesada por otro, según Nazareth Castellanos.
Somos seres “complejos” (Edgard Morin), debemos integrar cuerpo, pensamientos, emociones, intuiciones, fantasías, vínculos para asumir esa complejidad que somos y trabajar sobre el propio sentido de la existencia.
Es por ello que hay que hacer un trabajo de construcción de la llamada “Reserva Humana” ( según Graciela Zaresbki) , reconociendo la propias Reservas Corporales, Cognitivas, Emocionales, Vinculares, Espirituales, como sustento.
Durante toda la vida se nos dieron modelos de comportamiento, formación intelectual, dietas ideales, entrenamiento físico; hoy se sabe que todas esas pautas ayudaban a que construyéramos ese “ser que soy hoy”.
Si bien entendemos que sobre esas bases conscientes e inconscientes armamos nuestro propio futuro, hoy también sabemos que gracias a la Neuroplasticidad (facultad del cerebro para recuperarse y reestructurarse) podemos cambiar, modificar y rearmar.
En la vida atravesamos diferentes procesos, para convertirnos en “nosotros mismos”. En la primera mitad de la vida pasamos por la niñez, la adolescencia, la adultez joven, donde la sociedad condiciona y marca rumbos, aceptados por convenciones familiares, grupales y sociales.
Al llegar a la “mitad de la vida”, edad variable según cada uno, las diversas crisis que se atraviesan ayudan a construir el “yo integrador”, y en general asumir el timón de la propia vida (Virginia Gawel). Es la instancia en que muchos se cuestionan: ¿Qué quiero para mi vida?, ¿Cómo quiero seguir viviendo?, ¿Cómo hago para sentirme bien conmigo mismo? Es el momento de descubrir nuevos horizontes existenciales, de explorar otras dimensiones de la vida, de animarse a encontrar nuevas alternativas.
La “educación permanente” es una de las nuevas formas de crear espacios de proyectos propios, proyectos de sociabilización y realización personal para dar calidad a los años por vivir. Su implementación se fundamenta en la idea de que los seres humanos pueden seguir creciendo durante toda la vida, y que la educación es una estrategia válida para mantener la calidad de vida.
La actividad en estos nuevos espacios está respaldada por investigaciones multidisciplinares, ya que los desafíos constantes de la incorporación de nuevos conocimientos, los esfuerzos por retenerlos, la sociabilización que se genera, ayudan a una “plasticidad neuronal” que mantiene a la persona activa y entrenada siempre.
Desaparecen los miedos, “¿y ahora qué hago con mi vida?, “¿qué haré ahora que estoy jubilado?”, “¿qué hago ahora que estoy solo?” y tantos otros miedos que aparecen cuando uno se hace mayor.
Tenemos, como comunidad, que seguir trabajando para que estos lugares de Bien-estar, que son muy buscados y recomendados, sean una posibilidad para todos. Facilitaremos así que las personas mayores puedan disfrutar sus momentos, sus espacios, sus vínculos, que tanto las reconfortan y las hacen sentir bien.

Dra. Mónica Calvo
Bioquímica – Gerontóloga
Directora de PROYECTO 3
