Estar solo… ¿Es lo mismo que sentirse solo?

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La experiencia de la soledad es tan diversa como el modo de ser y las circunstancias de cada persona… Tal vez la soledad se percibe
como negativa cuando se vivencia como aislamiento, abandono o exclusión…

Según Lourdes Bermejo*, parece razonable hablar de soledad, o mejor aún, de soledades, como una característica de las sociedades modernas, que afecta a personas de todas las edades. Sin embargo, estar solo/a no es sinónimo de sentirse solo/a. Quizás lo más preocupante no es solo la soledad, sino otras características de la persona que vive sola: su estado de salud y fragilidad, su capacidad para valerse por sí misma -independencia funcional-, los recursos personales para la gestión del ocio, vínculos y redes sociales, características de la vivienda -accesibilidad interior y externa-, etc.

La soledad es una situación y una experiencia que también se produce en diferentes momentos del ciclo vital y no sólo en la vejez. Sin embargo, son las personas mayores en las que confluyen una serie de circunstancias que limitan o dificultan la gestión adecuada de esta soledad. Hasta los 60 años, la prevalencia es parecida a otros grupos de edad, pero aumenta a partir de los 75 años vinculado a circunstancias tales como el fallecimiento de la pareja y de otros seres queridos, además de un aumento de problemas relacionados con la salud. Existe evidencia que demuestra que la soledad en las personas mayores se relaciona con una peor salud física, depresión, problemas de sueño, y favorece la discapacidad para la realización de las actividades de la vida diaria. Por el contrario, se preserva la función cognitiva y aumenta la longevidad. De todas formas, si la soledad es deseada, si está «balanceada» y contrarrestada con relaciones y vínculos, puede sobrellevarse sin efectos negativos. Pero en quienes la soledad es algo impuesto por las circunstancias, las consecuencias son negativas a nivel físico, psicológico y afectivo”, explica la entrevistada.

De hecho, la vivencia de la soledad varia en las personas inuyendo en ello diferentes circunstancias. Por eso hay que partir del signicado de la idea de soledad que tiene cada uno y recién a partir de allí ofrecer actuaciones individualizadas para paliarla. Es necesario que las actuaciones que se ofrezcan sean plurales y diversas, siempre acordes con los valores, intereses de cada persona y favoreciendo que puedan sentirse miembros
activos de su comunidad.
Tener un rol es clave para cualquier persona, pero mucho más en quienes viven y se sientes solas.

Una opción aún no sucientemente desarrollada supondría favorecer redes de apoyo mutuo entre los/as ciudadanos/as mayores.
Para ello, es muy importante insertarse en la comunidad y, por tanto, basarse en los recursos comunitarios de modo que también favorezcan la percepción de identidad comunitaria, a la vez que resulte una experiencia empoderadora y capacitante, tratando que las personas mayores participantes puedan ser tan proactivas como sea posible.

Principalmente hay que aumentar las oportunidades de relación interpersonal, de vínculos personalizados en los que las personas se sientan reconocidas, únicas, «preferidas» por alguien que ellas consideren valioso/a. Desde luego, las relaciones y las redes sociales que se buscan desarrollar parten de la idea del vínculo personal, por eso lo importante es que deben ser relaciones “personales”, aunque se den en contextos más grupales, y duraderas en el tiempo.

Un elemento que se debe tener cuenta en cualquier intervención para abordar la soledad no deseada es la flexibilidad, pues la idea es adaptarse a las características y peculiaridades de las personas solas, partiendo del respeto de su diversidad. Así las iniciativas han de ser muy plurales para poder adaptarse a las diferentes culturas, territorios, identidades y valores de éstas.

La moda de hablar de la soledad, la creación de cierta «alarma social» vinculada a la soledad en la vejez podría estar perjudicando
más que mejorando la situación. Este discurso alarmista puede contribuir a aumentar los estereotipos negativos asociados al envejecimiento y, por tanto, a acentuar actuaciones familiares y profesionales paternalistas y sobreprotectoras. Además, el exceso de difusión del
tema en los medios de comunicación con tono alarmista, puede inducir a que las propias personas mayores interioricen esta situación como algo natural en esta edad. Seguir «engordando» los estereotipos aumenta la idea de la profecía autocumplida, llegando a asumirse que la soledad es una realidad asociada a la vejez, lo que produce una aceptación previa que impida a la persona tratar de buscar una solución o prevenirla con anterioridad.

Puesto que es una experiencia que ocurre en personas de todas las edades, deberían tenerse en cuenta los “condicionamientos sociales” para una real comprensión de la soledad. La visión cultural de la soledad en una sociedad que la ve como un indicador de éxito o fracaso en la vida puede influir en la vivencia y expectativa de las personas frente a esta realidad. No parece deseable la información alarmista sobre la soledad, entre otros motivos porque en las sociedades occidentales de las que formamos parte, el éxito social es percibido como un indicador de éxito en la vida y, por
tanto, estar solo/a o sentirse solo/a puede aumentar aún más la vivencia de fracaso personal en la vejez. En cambio, podría ser positivo
ayudar a las personas a ajustar sus expectativas individuales en relación a este tema.

Parece razonable, entonces, hablar más de soledad, o mejor aún, de soledades, como una característica de las sociedades modernas, que
afecta a personas de todas las edades, y ofrecer, para abordarlas, oportunidades de relación, participación e integración social en aras de construir una sociedad más cohesionada.

(Fragmentos de Entrevista publicada en el Boletín 21, «La soledad en las personas adultas mayores» del Programa Iberoamericano de Cooperación sobre la Situación de las Personas Adultas Mayores. https:/ iberoamericamayores.org/)

Lourdes Bermejo
Doctora en Ciencias de la Educación, Diplomada en
Gerontología Social, Experta en Intervención Social
Integral, Educadora Social Habilitada.

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